martes, 8 de marzo de 2016

Reflexión del Salmo 91 por Arnoldo Arana

Por Arnoldo Arana

Las palabras expresadas por el salmista en el salmo 91 constituyen una sabia y poderosa declaración de confianza en el fiel cuidado y protección de Dios. No son una simple declaración retórica o la repetición de una doctrina aprendida racionalmente. Son, por el contrario, fruto de una experiencia vivida bajo el cuidado y protección de Dios, y de una fe mostrada ante situaciones de desafío y adversidades.


Una cosa es saber doctrinalmente (conocimiento intelectual) que Dios es el protector, proveedor y cuidador de los que creen en él; y otra muy diferente, es experimentar (conocimiento experiencial) esa protección y cuidado, aun en medio de situaciones personales de adversidad y de peligro real. Una cosa es declarar y creer intelectualmente en las promesas del cuidado de Dios, y otra diferente, vivir confiando en el fiel cuidado de Dios, como consecuencia de haber experimentado la protección de Dios en situaciones de reto y peligro.  Al respecto refiere el Comentario Bíblico Mundo Hispano, haciendo referencia a Juan Calvino: “Aunque muchos hablan de la providencia de Dios y dicen creer que Dios cuida a los suyos, pocos están dispuestos a dejar su seguridad completamente a él”.  
El contexto del Salmo 91 señala a un creyente que bajo el peso de la adversidad, ataques y oposición encuentra en Dios su refugio y su fortaleza para salir airoso; y al mismo tiempo descansar, encontrar paz y sosiego en medio de circunstancias difíciles y comprometedoras.

¿Cómo apropiarse de las promesas del salmo 91?

Las declaraciones y promesas del Salmo 91 son para todos los hijos de Dios; pero existen algunos requisitos que los creyentes necesitan cumplir:

1. Los creyentes necesitan habitar al abrigo de Dios (Salmo 91:1). Este requisito es reiterado en (91:9).
“El que habita al abrigo el altísimo (Elyón) morará bajo la sombra del Omnipotente (El-Shadday)”.  

Necesitamos permanecer en Cristo (Juan 15:5), para gozar de la protección y cuidado de Dios. Esto es más que una acción puntual, comporta un estilo de vida; una forma de ser y estar en el mundo, que implica un depender de Dios, y tener a Dios como referencia prioritaria a la hora de tomar decisiones.

Si estamos en la condición de depender y confiar en Dios, como para entregarle nuestra seguridad, entonces descubriremos que Dios es más que suficiente y competente para protegernos y librarnos de toda asechanza del maligno, peligro y adversidad.

Esa es la comprensión y el conocimiento de Dios que tiene el Salmista, y que sirve de soporte para su declaración. El salmista invoca al Altísimo (Elyón), al Dios sin igual, del que nadie puede jactarse de estar a su nivel o por encima de Él. El Altísimo es la máxima referencia, el más alto estatus y la más alta y última apelación posible. Dios está por encima de todo. La distancia entre Dios y cualquier ser viviente, es abismal e irreconciliable.  

De modo que no hay problema o circunstancia que puede estar fuera del alcance y control del Altísimo. Así el que habita al abrigo del Altísimo, morará (vivirá, habitará) bajo la sombra de el Omnipotente (El- Shadday), el Dios todo suficiencia y poder, para el que no hay nada imposible.

Como creyentes podemos descansar en Dios, sabiendo que no hay nada que nos acontezca que Dios no pueda manejar o resolver. De Dios podemos esperar una defensa segura, así como un refugio inexpugnable. Si Dios es nuestro refugio y fortaleza, quien podrá hacernos daño. Estamos a salvo detrás de los muros impenetrables del Señor. Las fuerzas de las tinieblas lucen impotentes para abrir brecha e irrumpir en nuestro refugio.

Podemos invocar confiadamente “Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré”, sabiendo que en Dios podemos descansar confiadamente, en la certeza de que él nos librará de toda acechanza del maligno (lazo del cazador), de toda peste destructora (enfermedad), de todo terror nocturno (influencia del enemigo), de todo ataque (saeta que vuele de día), de toda pestilencia y acecho de muerte.

Si esperamos en él y nos entregamos a su fiel cuidado, él en su fidelidad cumplirá sus promesas de cobijarnos y defendernos como una gallina a sus polluelos. Su promesa es una fuerte defensa. Dios está dispuesto a proteger a su pueblo como una gallina a sus polluelos (Salmo 91:4). Y Dios tiene el poder para tal propósito, como un guerrero bien armado. La promesa es que nuestros enemigos caerán derrotados a nuestros pies, y que sus acciones de maldad no llegarán a nuestra vida (Salmo 91:7).

En el proceso de cuidarnos y preservar nuestra seguridad, Dios ha dispuesto ángeles para que cuiden nuestros caminos y despejen nuestras veredas (Salmo 91:10-12).

2. Los creyentes necesitan poner su amor en Dios (Salmo 91:14)
“Por cuanto en mi ha puesto su amor, yo también lo libraré…”

He aquí otro requisito para activar el poder de Dios a favor nuestro, para cuidar nuestros pasos y librarnos de nuestros enemigos. El que ama a Dios tiene la promesa de parte de Dios de recibir liberación (Salmo 145:20), lo cual es reafirmado en Salmo 91:15 y 16.

Ahora, amar a Dios es, según 1 Juan 5:3, obedecer a Dios y cumplir sus mandamientos. De modo que las promesas del salmo 91 se activan en aquellos que andan en obediencia a Dios.

3.   Los creyentes necesitan orar pidiendo protección (Salmo 91:15)
“Me invocará y yo le responderé…"

La respuesta de Dios a la oración de sus hijos, es estar con ellos en la angustia, y librarles del peligro; además de saciarles de larga vida. La protección y liberación de los creyentes, es el resultado de un diálogo entre el creyente y Dios, en el cual el creyente ora e invoca a Dios, en momentos de angustia y dificultad.

El creyente necesita apropiarse de las promesas de protección y liberación contenidas en el salmo 91, a través del ejercicio de la oración.

La oración es el mecanismo que Dios tiene y pone a nuestra disposición, para asegurar una vida relacional y de comunión con él. Si las promesas de protección y cuidado se activaran automáticamente ante la aparición de peligros y dificultades, entonces, no nos sentiríamos impelidos a buscar establecer un diálogo con Dios.

Conclusiones:

Las expresiones del salmista (“…Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios…”), dejan entrever una relación personal muy estrecha entre el salmista y el Dios a quien invoca. Es en ese contexto íntimo y relacional que cobran sentido las oraciones del salmista y las promesas de Dios.   

Muchas personas tienen en sus casas sus Biblias abiertas en el salmo 91, usando éste como una especie de amuleto. Pero las promesas del salmo 91, sólo son aplicables en el contexto de una íntima relación personal entre Dios y el creyente. Las promesas contenidas en el salmo 91 no son como un seguro médico que una persona adquiere como previsión contra contingencias médicas, esperando no tener que usarlo. Se tratan más bien de una declaración de protección y cuidado que Dios hace a  favor de quien está en íntima y dinámica comunión con él.  
Las promesas del salmo 91 no son una especie de garantía a la que los creyentes deben aspiran activar en momentos de angustia y peligro, sino una condición de cuidado que acompaña permanentemente la vida rutinaria del creyente que anda en comunión con Dios, de tal manera que éste puede vivir, en todo tiempo e independientemente de las circunstancias, con paz y confiado, sin temor al enemigo, a los problemas, a las enfermedades, etc.

Podemos decir como el rey David: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré, porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Salmo 4:8).   
  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario